Desde que perdí la conciencia en el cementerio de Bogotá, he estado en cama y he abandonado el hábito de la escritura, aunque no es un secreto que mi jerga es algo infantil y pobre; todo por mi culpa ya que no leo como debería, pero sí, escribo mucho, donde quiera que estè tengo que estar escribiendo porque permanezco sola, trato de envolverme con la gente, de sonreír ,pero la verdad, no me nace sonreír, siento desprecio por las personas;sabe mi juzgador mas que nada la repugnancia que me producen los hombres; sólo imaginar el hecho de que en casa permanecen sus cónyugues, cuidando de sus ropas, hijos y que los esperan incondicionalmente pero ellos con su inservible cerebro sólo quieren encontrar la primera mujer y llevársela a la cama... es increíble como no le dan importancia al físico, ni siquiera a los valores, no tratan conocer, sólo quieren una meretriz en su cama.
Me he sentido muy mal de salud pero no me entristece, al contrario siento un alivio; toda acción trae consigo su consecuencia...
Eran casi las siete de la mañana cuando me abrazó el frío Bogotano, ayy! qué sensación, qué libertad,aunque no puedo negar aquella ciudad con tan personas "amables" y "encantadoras" tiene un clima envidiable, para personas como yo, que sudan aún en helage que quiebra los huesos. Pronto llegaría a mi destino, así que decidí tomar una taza de café, deteniendome a observar el pasadar de los bogtanos, también de inumerables extrangeros y vecinos del país; pero para qué el bogotano se conoce de lejos, sus bruscos rasgos y su caminar lo delata.Mientras observada en la multitud cruce la mirada con un hombre que llamo muchísimo mi atención, no disimulé en detallar cada uno de sus rasgos, su cabello tan negro... se veía tan suave y limpio; su piel era muy blanca, no podía esconder sus finas y largas pestañas tan negras, esperaba a alguien porque a cada tres pasos del segundero del reloj miraba con deseperación el reloj en su mano izquierda, Dios! tenía una belleza, una sutileza en su parpadear, que me hacían levantar la mirada sólo para siquiera observarlo de reojo;cada vez se notaba más tenso, podía notar el respirar,ya desde ahí podía observar cada bello de su barba a su vez su pecho... movía mucho su pierna izquierda, sin dejar de lado la elegancia de su presencia, de su postura, de sus ropas.
Yo sólo rogaba a que su delicioso cerebro esparciera por su cuerpo paciencia y quien fuera que esperara no la colmara y terminara con mi esquisita obsrvación.
No sé si mis técnicas de camuflage fueron muy buenas ó estaba demasiado preocupado por quien esperaba que jamás noté que me descubriera observándolo de los pies a la cabeza.
Llevaba más de una hora y venticiete minutos esperando a alguien, que provocó en mí una impaciencia, una curiosidad inmensa por saber quien era tan importante, por qué le provocaba tanta desolación, que en un momento menos inseperado que lo noté suspirar, brotó de su ojo derecho una lágrima que enrogeció sus mejillas, su nariz; me sentía perdida, sabía que se iba a ir, diablos!,¿Qué puedo hacer para detenerlo? ¿será como la constante situación que se vive cuando encuentras a alguien en la calle, que llama de tu atención de una manera inexplicable pero jamás lo vuelves a ver? No quería que fuese así, por lo tanto tome la decisión de utilizar mis técnicas de seducción, y no descansar de mirarlo hasta que notase mi obsesión por llamar su atención, no me importaba que fuese a pasar; hasta que lo logré, después de llevar casi dos horas observándolo y él llevar cinco cervezas lo notó, levantó la mirada de su agenda café, café como el sepulcral ataúd y fijó su miarada en mis ojos como el mismísimo demonio,provocándome un calor infernal, me sentí en el caldero del Apocalipsis, si negar sus ojos cafés claros, como la deliciosa miel, pero no dejaba de irritarme, sentí que me quemaba la piel, no podía pasar ningún líquido por mi garganta, me sentí desmayar, entré en una agonía que sólo pude pararme para entregar el dinero a la dueña del lugar para derrumbarme en una de las mesas vecinas. No pude tener un mejor día.
Una de las mujeres del lugar me dio su mano ayudándome a levantar, no me fijé si me estaba observando, se me había olvidado todo, tenía demasiada ira nisiquiera di las gracias, acomodé mi cabello, estaba horrible, había sudado de una manera ilógica en aquel clima tan fresco, que sólo quería desaparecer y llegar al hotel, así que me dirigí a la salida cuando una mano helada en las primeras sillas de aquel restaurante vacío tomo de mi mano tan fuerte que no pude evitar fruncir con más ira mis cejas a quien me tomó de manera tan brusca... pero inmediatamente no pude evitar sentir un alivio al ver que era el hombre que todo el tiempo estuve observando, lo que no entendía era por qué me había tomado de manera tan descortés, puede que no sea tan frágil y dulce como una doncella, pero soy una mujer... se paró de la mesa y me invitó a sentarme con él; pero me negué queriendo lanzarme a sus piernas, con la excusa de que había notado que esperaba a alguien, a lo que su respuesta fue una sonrisa tímida y desolada, contradiciendo mi observación aunque fuese obvia pronunciando de sus delicados labios que no esperaba a nadie, "nadie importante".
Quiso conocer qué había pasado conmigo en el momento que tuve el inapropiado mareo pero evadí el tema alagando su sonrisa, porque tenía una sonrisa que dejaba muertos al pasar, cruzamos varias palabras durante treinta minutos que no me costó darme cuenta de su increíble habilidad para hablar, de su nivel intelectual y su cuepo seductor, aunque como toda bella bestia tiene su imperfección, era muy seguro de sí mismo, llevandome a perder cierto interés por seguir en la "amena" conversación, me sentí decepcionada de todo lo que mi cerebro se había imaginado. Al pasar una hora de tomar algunas cervezas y notar que habíamos ceruzado unas insinuaciones muy obvias tome la decisión de invitarlo a un lugar más alegre, donde nuestros ánimos brotaran a flor de piel y la noche se alargara; lo siento, no pude evitar excitarme mientras movía la boca y se tocaba la barba de manera tan delicada pero a la vez tan provocante.
No dudó ni un solo segundo en dirigirnos hacia otro lugar, salimos de aquel bar-restaurante y al frente en donde se encontraba un parque muy lindo, me informó que se encontraba su carro y al notar mi poca atención por observarlo agregó: "uno de los parques de Petro"; me abrió la puerta del carro y nos dirigimos a una zona del Norte donde se encotraban infinidad de discotecas.
Entramos a una discoteca, recuerdo tenía muchísimas fotografías de Led Zeppelin, Metallica, Bunbury, en fin, una mezcla genial de muchos grandes géneros del Rock; también las sillas estilo vintage, un lugar apaciguable, no como esos donde no puedes cruzar palabra alguna con tu acompañante, solo ves fornicación y drogas... aunque la palabra "fornicar" no era tan imprudente en ese momento, ese día, ese lugar y con tan deliciosa compañía.
Tomamos demasiado Vodka que nuestros cinco sentidos alcanzaron exactamente hasta llegar a su apartamento, sin haber juntado nuestros labios en algún momento, aunque me moría de ganas, no me dejé llevar. Al entrar pude notar lo impecable y ordenado que era, no sólo su ropa, su cabello, su piel, su aroma, todo de él era ordenado.
Utilizó la típica frase de "siéntete como en tu casa", como si en realidad sirviera para sentirse más cómoda, yo ni con los tragos más fuertes en mi cabeza me siento cómoda en otro lugar que no sea mi humilde hogar. Al cerrar el refrigerador pude notar en su carcajada que traía una botella de Absolut azul; como aquel sueco que debe beber vodka para dejar salir su fiera interior. La verdad no me importaba mucho perder la conciencia y que él dejara salir su fiera, quería cabalgar sobre el toda la noche, no podía ocultar lo mucho que me atrajo sexualmente desde que lo ví en aquel lugar, no me importaba por qué había llorado, a quién esperaba, eso nunca fue de mi incumbencia, sólo quería sentarme en su cara. La verdad ya me sentía cómoda al llevar varios días sin escuchar aquellas voces en mi cabeza, había olvidado el infierno de las náuseas, estaba muy agusto en aquel sillón negro mientras el servía unos snacks.
Tomó su teléfono móvil y dejo salir de él unos exquisitos movimientos al ritmo de la música que de repente apareció de su móvil; no dudé en levantarme y en abarzarlo por la espalda, tocaba sus pectorales mientras el soltaba unos gemidos que me enloquecían, lo arañaba, lo besaba, recorrí con la punta de mi lengua los laterales de su espalda, gimiendo de una manera tan fuerte y rica que se dió la vuelta sosteniendome debajo de las axilas y llevándome al mezón de la cocina, abrió mis piernas hizo a un lado mi ropa interior, empezó a utilizar la lengua y sus dedos de una manera loca, como aquel sendiento al encontrar agua en el desierto, no quería parar, mientras gemia se notaba el deleite que sentía al escucharme, yo lo agarra fuerte de su cabello, me movía a su ritmo, mientras él cada vez aumentaba la velocidad y el punto exacto, pero no quise que el momento se echara a perder así que lo dirigí a mi boca y lo besé de manera que mi lengua sola hiciera el trabajo para bajar sus pantalones, quería meter su pene en mi boca pero era tanto su deseo, lo podía notar en sus expresiones, en sus gemidos, en su respiración, la estaba pasando muy bien, y eso provocaba en mi un alto nivel de excitación que no podía callarme, solo podía gritar cuando empezó a penetrarme mientras me apretaba y besaba mis senos; me dí la vuelta y seguía penetrando muy fuerte, me nalgueaba, jugaba con mi clítoris mientras me penetraba profundamente; mientras yo sólo podía moverme a su ritmo y gritar con la mitad de la cara en el mesón, hasta que en un momento llegaron mis incómodas compañeras, malditas voces! me distrajeron, que olvidé todo lo que estaba pasando y concentré mi mirada en unos finos cuchillos, negros que iban acomodados de más chico a más grande, se veían con tanto filo, que mi mente empezó a jugar, había dejado de lado el placer porque ya no sentía nada, sentía como su pene grande y erecto entraba y salia de mi, y en la ventana del refrigerador me vi mientras a tirmo que él me penetraba, yo iba metiendo el cuchillo en una de sus costillas, sientiendo como le gustaba, que su pene cada vez estaba más húmedo, le encantaba que introdujera el cuchillo en sus costillas, me gemía más duro que yo me estregaba su sangre en mis senos, en mi boca... al sentir que las gotas de sangre recorrían mi vagina un grito salió de mi, había llegado al climax junto con él y quedé inmovi al percatarme que todo me lo había imaginado; pero no podía engañarme, nunca antes había sentido un orgasmo tan fuerte, tan inexplicable, tan delicioso, que cuando sentí que su caliente sangre me recorría.